Composiciones descentradas, efectos gráficos y sombras pesadas crean un universo poético en el que la sensación de extrañeza se combina con la de una dura realidad. El poderoso equilibrio de sus composiciones produce cielos llenos de pájaros, situaciones cómicas e inesperadas en las que los pollos son retratados sentados sabiamente en los puestos del mercado, mientras que en otros lugares los bandos que cantan parecen invadir la escena con movimientos ágiles y fluidos. Para Iturbide, las aves vivas representan la libertad. Pero la muerte nunca está lejos en su obra, ni tampoco lo está un cierto sentido de lo surrealista. Una dimensión orgánica, ligada a la sangre, la carne, el barro, el sudor y la tierra también impregna la mayoría de las imágenes de Graciela Iturbide, ya que tiene una relación especial con la realidad, eligiendo capturar momentos únicos con su lente. Los pájaros y los hombres cohabitan y se frotan entre sí. De la India a México, gaviotas, águilas, palomas, garzas y cuervos invaden el espacio del hombre o insinúan su entrada en él de una manera serendipiada y solitaria. Nos sentimos atraídos y repelidos por los pájaros que ella fotografía, su fragilidad y, en ocasiones, su fuerza amenazadora, llamando nuestra atención